5.5.11

LAS SIRENAS



Vieron llegar la nave:



como siempre


elevaron sus cánticos pianísimos,


sus murmullos de lluvia y arboleda


que un céfiro brumoso llevaba lentamente


a las sienes morenas de los hombres,


allí, donde se oculta el desconsuelo


y remotos paisajes se atesoran


con el secreto brillo de su azogue…




Vieron pasar la nave:


nadie se conmovió,


nadie se derrumbaba, loco, sobre el agua,


nadie quiso buscar, enajenado,


sus pechos luminosos, sus miradas de jaspe,


sus escamas de fuego y de coral.


(Un hombre entre cadenas,


hermoso como un héroe,


desgarraba con llantos y alaridos


aquel hondo y sereno navegar…)


Vieron como la nave se alejaba


ajena, indiferente,


en calma singladura


hacia islas felices y puertos abundosos,


firme como el destino, libre como el olvido,


desplegadas sus velas al viento y a la sal…


Ausentes, melancólicas,


asoladas de un lívido temor,


dejaron de cantar, envejecieron,


quedaron con los siglos


ignoradas de todos, convertido


en historia dormida su recuerdo.


Y una pobre mañana,


entre un torpe revuelo de peces fugitivos,


diéronse a lo profundo, naufragaron.

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